Bordear los límites de lo imposible

Fabio Guevara





El surrealismo, me parece, tiene una particularidad que lo vincula con la psicología analítica y es esa virtud de poder bucear por los intersticios de la psique, por ese nachtmeerfahrteen o mar tenebroso del que hablaba C. G. Jung, el insigne psicólogo suizo. Los primeros surrealistas ya intuían ese viaje nocturno y lo expresaban así: es en la profundización de la vida inconsciente donde será posible encontrar sentido al actuar humano.


De entre todos los caminos y rutas del viaje, la vía regia al inconsciente son los sueños. Esta afirmación de Sigmund Freud, como sus teorías sobre el psicoanálisis, seguramente habrá influenciado de manera determinante al movimiento artístico durante su albor en los primeros años del siglo pasado. Esta ruta de los sueños contempla la existencia de una serie de símbolos, deseos y represiones, que a manera de lenguaje pre-lógico se convierte en el material proyectado a través de la creatividad artística. La fuente de la inspiración reside en esa simbólica onírica de la que nos valemos para entender al sueño como un mito personal, de la misma forma que entendemos al mito como un sueño colectivo, dinámica en la que el automatismo planteado por la corriente surrealista juega un papel sumamente importante ya que viene a ser el mecanismo para rescatar el contenido del sueño y del mito de su fondo inconsciente.


El automatismo es entonces un arte. Es, haciendo una analogía con Jung, ese “arte de dejar que las cosas sucedan…”, que nos habla de esa actitud determinante en el proceso psicoanalítico, y que se convierte en la llave (o las llaves) que abre la puerta del camino. Esa llave, en la clínica, es el deseo que se pone en juego a través de la relación del terapeuta con su paciente —la transferencia—, y por esta razón es que me atrae mucho el axioma que me convoca a escribir estos párrafos: las llaves del deseo.


Sueños, deseo, transferencia son elementos importantes para este proceso creativo que motoriza la dirección de la cura y que por lo visto viene a ser también el motor que inspira al surrealismo. La creatividad como producción y proyección de los contenidos inconscientes.


Desde el psicoanálisis el deseo es un concepto nuclear para cualquier consideración posible de sujeto. El deseo es inconsciente, pues está siempre más allá de una demanda, es propio de cada sujeto y no tiene que ver con la supervivencia ni con la adaptación, define al ser humano y lo separa del animal. Es esencialmente insatisfecho pues en su génesis misma está motorizado por la pérdida. Se realiza, no se satisface, y está siempre en relación con una falta. Esta particularidad define su naturaleza.


Pero también este deseo del psicoanálisis tiene como característica ser el deseo del Otro, en donde el sujeto quiere ser el objeto del deseo del Otro así como de su reconocimiento. Solamente cuando la función paterna opera y separa (alienación-separación) es posible entonces hablar de un sujeto. Y es en esa separación donde se revela la falta del Otro que a su vez abre un lugar para aquello que se ha perdido y que, por estructura, de hecho lo está. Solamente es posible reconocer ese lugar de ausencia en tanto que hay algo que al Otro le falta.


Sin embargo el significado del Otro como sujeto juega un papel secundario con respecto al Otro como orden simbólico. Para el psicólogo francés Jacques Lacan, “el Otro debe en primer lugar ser considerado un lugar, el lugar en el cual está constituida la palabra”. Palabra y lenguaje estarían más allá de lo consciente, por lo tanto no se originan en el yo ni en el sujeto, sino que provienen de un lugar fuera del ámbito de la conciencia –una alteridad–, un principio fundamental para entender que “el inconsciente es el discurso del Otro”.


Lo que podría verse como irracional de la producción artística, las imágenes deformadas y sin sentido aparente de las obras surrealistas, tendría su analogía en lo que el psicoanálisis conoce como la deformación onírica, que opera bajo dos leyes que son las mismas que rigen el funcionamiento de lo inconsciente: la condensación y el desplazamiento.


La condensación aparece como el mecanismo que agrupa varias representaciones en un solo elemento que aparece como producción de lo inconsciente. Por su parte, el desplazamiento se produce cuando en lugar de mostrar la representación que simboliza aquello que se desea satisfacer, se toma otra representación para sustituirla, utilizando una en lugar de la otra.


La idea del inconsciente operando bajo las mismas leyes y códigos del lenguaje aparece como mecanismos de metáfora y metonimia, dos figuras del campo de la lingüística de las que Lacan echa mano. La primera relacionada con la condensación y entendida como la fórmula según la cual un significante sustituye al otro tomando su lugar en la cadena: una palabra por otra; y la segunda como la conexión de dos palabras en un solo significante: palabra a palabra.


El psicoanálisis tiene como propósito revelar aquellos significantes que el sujeto incorpora en su vivir y la posición en la que se ubican con respecto a la cadena de significantes, a fin de que la persona les dé un nuevo significado, los "resignifique", asumiendo y mejorando su experiencia de vida. Apela de manera directa a esa parte desconocida del sujeto que como vimos es su goce y su deseo, y que el arte surrealista traduce plásticamente otorgando sentido donde paradójicamente pareciera no haberlo. Para Dalí “es la acción surrealista lo que trasvasa el sueño y el automatismo a lo concreto; el delirio paranoico es la misma esencia surrealista y se basta con su fuerza…”.


Las imágenes que fascinan por igual al artista como al espectador se convierten entonces en la expresión misma de un inconsciente creador, que posee también la capacidad de canalizar sus contenidos ejerciendo una influencia formativa sobre la psique. Para Jung, estos símbolos que en su conjunto componen el lenguaje pre-lógico, funcionarían como transformadores que transfieren la libido de una forma inferior a otra superior, produciendo un orden. Dice en Formaciones de lo Inconsciente: “La vivencia primordial carece de palabras e imágenes, pues es una visión en el espejo oscuro. Es meramente poderosísimo presentimiento, que quisiera llegar a la expresión, es como un torbellino de viento que capta todo lo que le ofrece y arremolinándolo hacia arriba gana con ello figura visible”.


El interés del surrealismo por lo arcano y sombrío es más que reconocido. En su producción es posible, como en el psicoanálisis, hacer una lectura del sujeto, de su elaboración creativa y encontrar “la salida del horror fundante de cada uno” (Motta). Me parece que el surrealismo es otra ruta para bordear los límites de lo imposible. Otra forma de darle un lugar al sujeto, de proporcionarle una respuesta, de ofrecerle las llaves del deseo que le habita.


San José, mayo del 2015



Fabio Guevara: Nació en Costa Rica, reside en San José.  Psicólogo y Analista, especializado en Psicoterapia Analítica, Análisis de Sueños, Imaginación Activa y Técnicas Mindfulness.  

jfabioguevara@gmail.com


Fabio Guevara