MARGARITAS II
He corrido tan aprisa, que he alcanzado a mis perseguidores,
y ya veo sus espaldas
donde noto que llevan peces ocultos,
mientras los ciudadanos no nos ven,
a pesar del frenesí de la estampida,
el de las hormigas en zancos
que además cargan en el abdomen un bandoneón,
para dar cuenta de un tango subterráneo,
en la platea de sombras visibles
que intentan apagar unas margaritas que porfían
y no entienden que es invierno,
y no hay oráculos,
ni coronas,
ni un dolmen acariciando la luna
la que tiene el brillo de tu rostro,
amada desprendida del margen
silente,
en la mudez del rojo
lejos de mi obscena marginalidad
menguando cuando te cito,
para así volverte nueva e invisible,
hasta que respondes
repitiendo el ciclo,
imitando hielos antárticos
aguas adentro
para llegar a ser solo recuerdos ecuatoriales.
Nada pude
ante aromas cargados de quimera,
solo eso
dádivas tras un espejo..
Aunque nada es tan abrasivo como la huída,
ni tan hostil como un ruego sin fe
pues será instalado en la centrípeta noche
para vernos huir en sentido contrario
dejando regadas las muecas insurgentes,
sin destino ni parapetos en el canto de una nebulosa
como toda las alegoría del siglo
como Dios abandonando
año tras año
con la excusa de un propósito
y sin la imaginación
para inventar una respuesta.