Paul nació en Heredia, Costa Rica, 1966. Poeta y escritor.


Colabora con algunas revistas nacionales e iberoamericanas, escribe artículos sobre cultura y política en diversos medios nacionales e internacionales.


Ha publicado dos libros de poesía; Oficio de Ciegos (2014, Arboleda Ediciones) y Duelos Desiguales (2012, EUNED).

 

Carnaval


Arranca el carnaval

y el meridiano alegre del sol

cae sobre las caras del día.

 

La muerte huye.

 

Entre guisos de plátano maduro,

y ventas de tiliches,

no es el pueblo que roba, mata o asesina,

y muere anónimo;

sino la patria que se resuelve

entre aromas conocidos

y el viento de diciembre.

 

Un niño blanco canta una canción,

y una niña negra baila en frente de él;

la suave patria se resuelve equina,

y bajo sus cascos queda la muerte

hecha polvo,

mientras la luz cambia a rojo,

el carnaval arrecia

y tres turistas

toman fotos con el torso desnudo.

 

La vida se aleja de sus muertos.

Los niños toman las calles y las aceras.

 

Este no es el pueblo que roba

mata o asesina,

son los futuros suicidas de la risa,

los pájaros salvajes

que no estarán nunca entre rejas,

en una jaula metálica como los quieren ver,

 

los redactores del miedo.

 

Estos somos y luego esto seremos:

sombras de espaldas al tiempo,

olvidados para siempre

como debe ser.

 

Subidos a la rosa de los vientos,

serán ellos la montaña, el valle,

el río y el aire.

 

Pero el tiempo arde en la mujer obesa

que vende lotería.

 

La vida fluye en los bares

regentados por chinos,

y la música tramposa sale de aquel

bar secreto y noctámbulo.

 

Es esto lo que somos y no lo quieren ver.

 

En la esquina de las rosas

el ciego recita su retahíla incongruente,

pero todos la entienden.

 

El pueblo con cara de pueblo

no es el que asesina.

 

Alguien inventó una canción

entre las balas y el pecho,

pero el amor no cae asesinado,

se desdobla como un pájaro

imaginario;

la cadera de la mulata eleva

el día hacia su cresta,

y el carnaval arrolla

con desarmada armonía.

 

Los cuerpos apiñados,

desnudos y sublimes,

caen fatigados

por las últimas descargas.

Paúl BENAVIDES

Costa Rica